La visión acerca de la escuela varía a través de los años. Comenzando por aquella mirada temerosa del primer grado, el final de la primaria, la llegada a la adolescencia, y el fin de la secundaria conformándonos en personas adultas. Más allá del momento, de la edad, del lugar, la escuela se erige como un órgano constitutivo de nuestra personalidad. Nos brinda las herramientas necesarias para desarrollarnos en la vida. Nos acerca el material gnoseológico y sensible para insertarnos en la sociedad.
Paralelamente a la formación social que nos da a cada uno como individuo, la escuela es un órgano esencial en la construcción del Estado. Desde la constitución de Argentina como país a mediados del siglo XIX, la educación fue el vehículo para integrar a todas las personas que querían hacer grande esta tierra. Las oleadas de inmigrantes, cargadas de sueños, encontraron en la escuela el medio para insertarse en una sociedad nueva, en pleno cambio y crecimiento. Durante el siglo XX, la escuela se expandió a las masas y se complementó con las nuevas tecnologías en desarrollo. En los últimos años, la escuela fue golpeada en innumerables ocasiones. Su función fue desvalorizada. Los medios de comunicación la opacaron. Pero ella nunca flaqueó, gracias a la fuerza de los docentes, de los alumnos y estudiantes y de la gente que quiere una educación nacional que forme ciudadanos, profesionales, que forme personas.
La escuela resistirá todos los ataques, sean de índole económica, estructural, política. No importa quién sea el que quiera arrebatarle la importancia. Depende de cada uno de nosotros recordarla, difundirla, sostenerla, resistir. Es por eso que celebramos estos cien años de nuestra escuela, sabiendo que son los primeros cien y que es labor de cada uno de nosotros, devolverle algo de todo lo que nos dio.
Nazareno Varela Duarte
Escritor
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